Actividad "Escenas de lectura" - Borrador

Consigna:

Escriba una “escena de lectura” propia de un libro de poesía o prosa, de una historieta, una revista, un film, un cuadro, una fotografía, una melodía, una ciudad, que le haya resultado significativa y por eso perdure en su memoria.

El texto a escribir no será fácilmente identificable con un género determinado. Tendrá “incrustaciones” de relatos autobiográficos y de citas de otros “textos”; puede a su vez tener la estructura del capítulo de una novela o la de un cuento. También, puede ser ensayístico; metadiscursivo, incluso.

Extensión sugerida: 2 a 3 carillas (A4, Arial 11 o Times New Roman 12, interlineado 1 y ½)

Al final se debe incluir la bibliografía consultada y citada.



El chanchito de plastilina

De Lara Grün

    Agarro una de las fotografías y, con la otra mano, un "pinche". Llevo el pedazo de papel hacia el corcho y clavo la afilada punta, a través de la fina hoja, en él. Doy unos pasos hacia atrás y contemplo las fotografías. Éstas están posicionadas asimétricamente. Todas en blanco y negro. Cada una vive un recuerdo. 

    Al ver mis trabajos se me viene a la mente aquel momento, aquella imagen. La imagen que hizo florecer esta pasión. La pasión por la fotografía. 

    Todo comenzó a mediados del 2013 o 2014, no recuerdo con exactitud. Era la mañana. Estaba en mi colegio, un secundario de Olivos, en donde acababa de finalizar el recreo de las 9:05 después de 40 minutos de distracción.

    En el aula eramos pocos. En la camada en general eramos pocos. Al pasar los años, compañeros nos abandonaron y compañeros nuevos se unieron. Sin embargo, fueron más los primeros que los segundos. Por consiguiente, en mi curso no eramos más que veinte. Y digo veinte siendo generosa. Con suerte llegábamos a los quince.

    Esa mañana estábamos tranquilos. Tras subir los dos pisos luego del recreo, estábamos por el aula esperando al profesor del siguiente bloque, si diría que materia proseguía, les estaría mintiendo, porque sinceramente no lo recuerdo. Algunos estaban parados en la puerta charlando con compañeros del curso de al lado. Otros sentados, ya sea conversando con la persona de al lado o usando el celular. 

    Yo era una de esos otros. Estaba sentada en mi banco charlando con Rama, uno de mis compañeros, quien estaba parado delante de mi pupitre. Ramiro me estaba contando la historia de un chanchito hecho de plastilina rosa que sostenía en una de sus manos, un relato que sinceramente tampoco recuerdo, o capaz nunca lo supe.  Se lo pedí prestado para analizarlo y lo deje parado en sus cuatro patas sobre mi mesa. Mire al chanchito sin buscar nada en especifico hasta que el aburrimiento me hizo desbloquear el celular para abrir la aplicación de la cámara.

    Nunca me había tomado el tiempo para jugar con la fotografía. Sin embargo, en ese momento se me ocurrió distraerme con ello. En esa época me acababan de regalar mi primer celular, un Motorola básico pero que ya para aquellos momentos se trataba de un aparato bastante avanzado en cuanto a su función para sacar fotos. Por lo tanto, todo se volvió más interesante cuando, al presionar sobre la pantalla en donde se encontraba el chanchito el lente del celular destacó su cuerpo y desenfocó el fondo. En el momento me sorprendió, se trataba de una característica bastante avanzada para la cámara de un celular. Te daba cierta autoridad, cierto manejo sobre cómo iba a salir la imagen. 

    A partir de esa situación, comencé a sacar más y más fotos con el celular. Buscaba objetos o momentos en todos lados que fueran candidatos para ser fotografiados. Empecé a ver la vida con otros ojos, ojos que veían a través de un lente.

    Con el transcurso del tiempo, mi pasión por la fotografía crecía cada vez más. Mi celular estaba lleno de fotos, imágenes de mis amigas, plantas, calles, ventanas, situaciones, de todo. Mi familia me felicitaba. Le agradaba que haya encontrado una actividad que me apasionaba. Luego de uno o dos años, mi hermana, Daniela, decidió gastar sus ahorros para regalarme una cámara de fotos para mis quince años, una Canon. 

Y pensar que todo comenzó con un ridículo chanchito de plastilina.

El chanchito de plastilina.





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