"Los amigos" - Mi versión


Consigna:

Del campus (Tema 6), bajar y leer el material de teóricos sobre Narratología:

Lectura de Barthes Historia y Discurso (word y ppt): ahí van a ver un análisis muy interesante de "Los asesinos" de Hemingway, que ejemplifica los conceptos de núcleos y catálisis en un relato.
A partir de la lectura del apunte, leer el cuento breve "Los amigos", de Julio Cortázar (también en el Tema 6 del campus) y realizar las consignas que se proponen como reescritura del cuento: 
1. Teniendo en cuenta lo que señala Barthes respecto de la catálisis, o sea que la catálisis despierta sin cesar la tensión semántica del discurso y que estas  disponen zonas de seguridad, descansos, lujos que no son inútiles, incorpore al menos tres catálisis en el cuento “Los amigos” de Cortázar (una que sea un diálogo, las otras descripciones). Justifique en un texto aparte su expansión (de modo sencillo, simplemente por qué resultaba operativo incorporarlas en ese momento de la historia o qué podían agregarle al lector, entre otras posibles).

2. A su vez, considerando lo que dice también Barthes en torno de los núcleos, esto es, que “la supresión de uno de los núcleos produce la alteración de la historia”, modifique alguno de esos núcleos en el cuento “Los amigos” de Cortázar de modo que la historia cambie. (Si se anima, por supuesto, puede cambiar el final del relato.)
       
      Las dos operaciones, expansión y modificación, las integran en la nueva versión del cuento.




Los amigos

Versión de Lara Grün


EN ESE JUEGO todo tenía que andar rápido. Cuando el Número Uno decidió que había que liquidar a Romero y que el Número Tres se encargaría del trabajo, Beltrán recibió la información pocos minutos más tarde. Tranquilo pero sin perder un instante, salió del café de Corrientes y Libertad y se metió en un taxi. 

Mientras se bañaba en su departamento, escuchando el noticioso, se acordó de que había visto por última vez a Romero en San Isidro, un día de mala suerte en las carreras. En ese entonces Romero era un tal Romero, y él un tal Beltrán; buenos amigos antes de que la vida los metiera por caminos tan distintos. Sonrió casi sin ganas, pensando en la cara que pondría Romero al encontrárselo de nuevo.

- Iluso - dijo con resentimiento en voz baja.

Sin embargo, la cara de Romero no tenía ninguna importancia y en cambio había que pensar despacio en la cuestión del café y del auto. Era curioso que al Número Uno se le hubiera ocurrido hacer matar a Romero en el café de Cochabamba y Piedras, y a esa hora; quizá, si había que creer en ciertas informaciones, el Número Uno ya estaba un poco viejo. De todos modos la torpeza dé la orden le daba una ventaja: podía sacar el auto del garaje, estacionarlo con el motor en marcha por el lado de Cochabamba, y quedarse esperando a que Romero llegara como siempre a encontrarse con los amigos a eso de las siete de la tarde. Si todo salía bien evitaría que Romero entrase en el café, y al mismo tiempo que los del café vieran o sospecharan su intervención. Era cosa de suerte y de cálculo, un simple gesto (que Romero no dejaría de ver, porque era un lince), y saber meterse en el tráfico y pegar la vuelta a toda máquina. Si los dos hacían las cosas como era debido —y Beltrán estaba tan seguro de Romero como de él mismo— todo quedaría despachado en un momento. Volvió a sonreír pensando en la cara del Número Uno cuando más tarde, bastante más tarde, lo llamara desde algún teléfono público para informarle de lo sucedido. 

Vistiéndose despacio, acabó el atado de cigarrillos y se miró un momento al espejo. Después sacó otro atado del cajón, y antes de apagar las luces comprobó que todo estaba en orden. Los gallegos del garaje le tenían el Ford como una seda. Bajó por Chacabuco, despacio, y a las siete menos diez se estacionó a unos metros de la puerta del café, después de dar dos vueltas a la manzana esperando que un camión de reparto le dejara el sitio. Desde donde estaba era imposible que los del café lo vieran. De cuando en cuando apretaba un poco el acelerador para mantener el motor caliente; no quería fumar, pero sentía la boca seca y le daba rabia, por lo tanto, hizo caso omiso a su cabeza y encendió un cigarro.

A las siete menos cinco vio venir a Romero por la vereda de enfrente; lo reconoció en seguida por el chambergo gris y el saco cruzado, por su cabeza se cruzó con la idea de que seguía siendo el mismo arrogante de siempre. Con una ojeada a la vitrina del café, calculó lo que tardaría en cruzar la calle y llegar hasta ahí. Pero a Romero no podía pasarle nada a tanta distancia del café, era preferible dejarlo que cruzara la calle y subiera a la vereda. Exactamente en ese momento, Beltrán puso el coche en marcha y sacó el brazo por la ventanilla. Tal como había previsto, Romero lo vio pero, a diferencia de como se lo había estado imaginando en los últimos días, no parecía sorprendido. La primera bala le dio entre los ojos, después tiró al montón que se derrumbaba. 

El Ford permaneció en la mitad de la calle, detrás de él, los coches a bocinazos comenzaron a agruparse conformando una hilera. De un abrir y cerrar los ojos, asesino ya no se mostraba en la escena del crimen, simplemente se esfumó con la idea de que la última visión de Beltrán había sido la de su ex querido amigo, Romero.



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Tome la decisión de expandir la obra de Cortázar de esta forma con el objetivo de rebelar un poco más las emociones que se esconden en el personaje de "Número Tres". Agregué el diálogo y el pensamiento que tiene Beltrán al ver a su ex amigo para mostrar cierto enojo del protagonista hacia Romero. Además, incluí el momento en el que "Tres" decide fumar un cigarro para desmantelar la emoción de ansiedad o nervios que lo invaden en el momento. En fin, espero que haya alcanzado mi meta.

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