"La tarea"


Consigna:

Escribir un cuento, que incluya: 1 objeto con un jeroglífico, 1 perro negro, 1 objeto filoso, 1 enano, 1 reloj antiguo, 1 espejo roto y que el Narrador o Narradora sea interno, en 1° persona.




La tarea

Lara Grün



- ¿¡Mamá viste mi tarea!? - grita mi desquiciada hermana desde el otro lado de la casa.

- No Cami - le contesta mi madre mientras junta las migas de la mesa.

- ¿¡Queeeeeé!? 

- ¡Que no Camila, no la vi, búscala mejor! - le devuelve el grito un poco irritada - ¿Puede ser que todos los días pierda algo? - pregunta y añade con otro grito - ¡Vas a llegar tarde!

- ¿Si o si tengo que ir con ustedes? - le pregunto. 

Mi papá tuvo que viajar a Panamá por trabajo, no se fue por mucho tiempo, en unos días ya estará de vuelta. Cuestión, mi madre tiene que llevar a Camila a su clase de inglés y yo, supuestamente, como todo niño de 8 años, no me puedo quedar solo. 

- Fran ya lo hablamos...

- Por favor, por fa - le suplico haciendo puchero - Juro portarme bien, aparte es solo un ratito, ¿cuánto tardas en ir y venir?

Después de unos minutos insistiendo, cede.

- Esta bien, más te vale que no te mandes ninguna.

- ¡Siiii! Gracias ma, sos la mejor.

- Ya estoy, ya estoy - aparece Cami apurada - ¿Vamos? 

- Fran... - me llama para que la mire mientras hace una seña de que me está observando y continúa hacia la entrada - ¿Encontraste tu tarea? - le pregunta a mi hermana mientras cruzan la puerta.

Y así se marcharon. Mi primera vez solo en casa.

- ¿Y ahora?

Comienzo a merodear por casa, miro los porta-retratos de aquellas vacaciones en Gesell ubicados en las estanterías, continúo con los imanes de locales de comida que se encuentran en la puerta de la heladera, luego hacia las mamushkas horribles que a mamá le fascinan, enfoco en... 

- ¡Auch! - Me tropiezo y caigo.

Miro hacia un costado para identificar el o la culpable. La misma alfombra del comedor. Aquella maldita alfombra que manche en varias oportunidades consiguiendo enfadar a mamá. Miro hacia el otro costado. 

- ¿Y esto? - extiendo el brazo hacia abajo de aquel antiguo mueble de mi abuela. 

A primera vista diría que se trata de un simple papel arrugado en blanco, sin embargo, al darlo vuelta tenía anotaciones.

No me da tiempo ni de levantarme cuando el espejo se capta mi atención, en vez de ver mi reflejo podía observar un estrecho camino de tierra. Me acerco cautelosamente e intento apoyar mi mano en él pero me sorprendo al ser testigo de como mi mano lo atravesaba. Como niño curioso, adentre todo mi cuerpo a través de él.

- Esto está pasando - intento convencerme.

Comienzo a dar pequeños pasos en el desconocido camino. Uno, dos, tres... Y cuando miro por atrás de mi espalda, el espejo ya no está.

- Típico.

Mi única herramienta es ese inútil pedazo de papel el cual arrojo. El papel cae dado vuelta y deja ver...

- ¿Dibujos? - digo confundido - Aaah ya se, esto que trabajamos en el colegio. - agrego, tratando de recordar la palabra - Esto es un jero... ¡jerogláfico!

Miro alrededor, puedo distinguir casas de piedra con tristes techos de teja, todo parece antiguo, como en las películas, al parecer viaje en el tiempo a otra época.

Vuelvo la vista a la misteriosa hoja y la observo con atención.

- ¿Qué es eso? - me pregunta una voz por detrás.

Me doy la vuelta y cruzo mirada con un...  ¿enano?

- ¿Acaso estoy adentro de un cuento?

- ¿Acaso estas delirando? A ver, déjame ver esto - dice arrancándome la hoja de mi mano.

- ¡Ey!

- No seas aburrido, capaz puedo ayudarte si estas buscando algo.

- ¿Y por qué estaría buscando algo? - le respondo desafiante.

- Porque todos vienen con ese objetivo.

- Es un jerogláfico - aporto mientras ruedo mis ojos.

- ¿Un qué? - pregunta burlonamente el enano.

- Un jerogláfico - repito, esta vez no tan seguro.

- Un jeroglífico tonto - me corrige riéndose.

- Es lo mismo, no me llames así.

- Bueno, bueno - contesta y ahora él rueda los ojos - Puedo ayudarte si queres, se leer estos signos.

- ¿Y que dice eh?

Después de cinco minutos, el enano me da una respuesta.

- Se trata de un supuesto tesoro.

- ¿Y?

- Según este papel, se puede encontrar escondido en la taberna, por supuesto no lo dice explícitamente sino mediante pistas, las que no necesitas porque estoy yo - agrega creídamente.

- ¿En la "taberna"? - respondo confundido.

- Menos mal que me cruce en tu camino... Seguime - me manda y a la vez, me devuelve el papel.

Caminamos por unos largos quince minutos hasta que llegamos a otra anticuada casa de piedra.

- ¿Es ahí? ¿En esa casa?

- No es una casa tonto, eso es la taberna.

- Te dije que no me llames así.

Me ignora y continúa, lo sigo por otro camino de tierra que conecta con el anterior para ingresar a la "taberna". Antes de entrar, un furioso perro negro nos da la bienvenida no muy amablemente. Con inseguridad, acompaño al enano.

- ¿Qué pasa? ¿Te agarro miedo? - dice burlándose una vez más.

Para demostrarle lo contrario, empujo con toda mi fuerza aquella pesada puerta de madera. Al ingresar, mi mente queda recalculando mientras pequeños hombrecitos me observan con una mirada asesina desde sus mesas.

- Está conmigo, otro viajero - explica, ahora, mi enano favorito.

Los clientes continúan bebiendo, él se adentra en el lugar y yo lo sigo pisándole los talones. La decoración es extraña, se puede identificar todo tipo de objetos, desde una licuadora en la pared sujetada por un torcido clavo hasta un inodoro como asiento. La taberna está llena de artefactos de mi mundo o bueno, de mi época.

Por distraído, me pierdo de la conversación de mi compañero con el enano del otro lado de la barra.

- ¡Ey! ¿Sos sordo? - me grita este último.

- Qu, qu, ¿que?

- Que vayas por lo tuyo, ahi esta el baúl con recompensas, escoge una y márchate - reitera impaciente señalando un dañado baúl en la esquina más cercana de la barra.

Sin entender lo que hacía, me acerque a aquel baúl y lo abrí dificultosamente.

- ¿Esto es en serio? - dije por lo bajo.

- ¿Dijiste algo? - pregunta aquel hombrecito poco simpático interrumpiendo su charla con mi amigo, si se puede llamar así.

- N, n, no señor - al escuchar la respuesta, el enano retoma lo que había dejado.

El baúl es un baúl corriente lleno de decepción. Adentro sólo hay más objetos que veo todos los días: una bombilla, una carpeta, un encendedor, una pasta dentífrica, entre otras cosas. Sigo revolviendo por unos minutos hasta que un antiguo reloj se roba mi atención. Sin dudarlo, lo recojo y vuelvo junto a los enanos.

- Bueno, después de revolver tanta... tantos premios, por fin encontré algo que me interesa.

- ¿Estás diciendo que todo el resto es aburrido?

- No, no, pero... - Espera, ¿por qué le tenía tanto temor a este pequeño humano? Tome coraje y - Bueno, en realidad si pero igual no debería importarle porque esas "recompensas" - digo sarcásticamente agregando comillas con mis dedos - no le pertenecen, usted es un ladrón.

- ¿Qué dijiste? - dice ahora mi enano asustado.

Al ver su cara, me transmite el miedo. Dirijo mi vista hacia el otro hombre e inmediatamente baja hacia el cuchillo que sostiene su mano. Me toma de mi pijama, me trae hacia él y acerca el filoso objeto a mi cuello.

- Ni siquiera vas a tener tiempo de arrepentirte - susurra.

Repentinamente, un temblor irrumpe en la escena, todo se mueve de acá para allá.

- ¡Fran! Por favor hijo, abrí los ojos - escucho suplicar a la dulce voz de mi madre.

Y entonces todo se vuelve negro. No siento el filo del arma en mi cuello, tampoco mi remera tirante. El lugar se desvaneció junto a los enanos.

Siento como me sacuden y me despierto. Lo primero que veo, es preocupación. Luego, alivio. Finalmente, enfado.

- ¿Me queres explicar qué paso? ¡Quince minutos me fui Francisco! ¡En quince minutos casi te matas y, como si no fuera poco, rompiste el espejo! ¡Si pensas que te vas a volver a quedar solo estas muy confundido!

Más y más gritos. No entiendo nada. Levanto la cabeza y las ideas se conectan. Abajo mío, la maldita alfombra. Al costado, el antiguo mueble de mi abuela. Como si hubiesen apagado el interruptor, los gritos callan.

- ¿Dónde encontraste ese reloj? - pregunta calmándose y hasta sorprendida, mirando mi mano izquierda.

- La verdad no sabría decirte.

- Era el reloj de mi papá, lo busque por mucho tiempo, pensé que nunca más lo iba a ver - aclara reteniendo las lagrimas.

Por el otro espacio, se asoma mi hermana.

- ¡Vos tenías mi tarea! ¡Mamá, por su culpa le tuve que decir al profesor que la había perdido, decile algo! - grita Camila histérica mientras arrancan una vez más el papel de mi mano.
















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